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sábado, 23 de junio de 2012

Dejar de ser


Descanso un momento en la piedra firme del silencio.
Queda mucho por andar,
pero detengo mis pasos para ver atrás
y contemplar la obra de lo Divino en mi espíritu.

Veo las ruinas de mis deseos.
Sonrío por las lágrimas que derramé,
y contemplo las vestiduras que rasgué
por el necio impulso de tener la razón.

Ahora estoy desnudo.
No pertenezco a nada ni a nadie en este mundo.
Mas en esta inocente vulnerabilidad,
me cubre en la noche tu llama blanca de Amor, Voluntad y Deleite.

Ha cesado en mi mente la voz interior.
Se han calmado los gritos de mis pasiones.
Ahora solo escucho sumiso tu canción en cada criatura
y no existo separado de Ti.

He perdido mi nombre para que solo Tú me llames.
Ya no digo, callo para que se oiga tu Voz.
No pienso, soy pensado por Ti.
He perdido mi amor, para ser mensajero de tu Amor.

lunes, 21 de mayo de 2012

Instrumento

Abrí un cauce para un río inexistente,
con la voluntad de un indómito luchador.


Enfrenté demonios
y vacié de pasado las habitaciones de mi vida,
solo para albergar a un huésped desconocido.


Vacié hasta el último pensamiento...
volé más allá de ideales y reglas,
con la ilusión de escuchar la voluntad de una sinfonía silenciosa.


Renuncié a la servidumbre de la necesidad, la emoción, la mente,
pero permanecí arraigado al mundo,
a la espera de que el bondadoso origen cantara a través de mi corazón.


Y desvanecido, en la entrega de una sincera amante,
el Caudal Eterno recorrió el cauce,
labrado con la fe de mi espíritu.


Vino por un camino de flores
el anhelado Huésped,
y con un tierno susurro habitó todo mi hogar.


Impuso las implacables leyes del Amor y el Cambio...
tornó todo un juego de deleite divino.


Junto a la chimenea,
tomó mi alma entre sus brazos,
posó suavemente mi espíritu sobre su pierna,
y entonó con mi Ser una canción eterna.


Todas las horas pasaron en ese corto vibrar,
y por un momento fui instrumento
de la música espontánea del infinito.

lunes, 30 de abril de 2012

Sacrificio



Sacrifico mi cuerpo,
confronto la enfermedad… la vejez…, y
miro fijamente a mi hermana la muerte.

Sacrifico mis deseos,
incinero mis ambiciones,
y corto las alas de mis limitados sueños.

Sacrifico mi egoísmo,
renuncio al camino de ser aceptado,
y desato las cadenas que me invitan a poseer.

 Sacrifico mis creencias,
destruyo los límites… mis ideales,
y aprendo a callar.

Permito que un fuego alquímico y puro consuma mi ofrenda,
y la lleve en una columna de humo a oídos de mi Amado.

Espero… Pasan años…
Siento un sosiego de estar vacío de mí.
Y cuando cesa la impaciencia,
un mensajero viaja de regreso por la estela del humo de mi sacrificio.

El éxtasis de la inmortalidad consume mi cuerpo,
En un instante la plenitud, la ausencia de necesidad, florece en mi ser,
y el único habitante de mi corazón es la compasión.
Silencio…
Un océano de deleite.

Renazco y doy mi primer paso.
Ahora ofrezco todo mi amor para aliviar un corazón,
ahora entrego mi alma para secar una lágrima,
ahora sacrifico mi aliento para dar una esperanza.
Concedo las horas de mi existencia por un instante de verdad.

Me embarco en el viaje del gran Sacrificio,
me fundo en el sueño cósmico,
me uno al cómplice de todos los días,
permito que sus finos dedos toquen su melodía en mí. 

martes, 24 de abril de 2012

Imaginar la vida (primera parte)

El siguiente es un párrafo textual extraído de mi diario: “Durante cuatro semanas, la Maestra nos ha pedido escribir un poema todas las noches. Cada mañana, durante el desayuno, uno a uno empezamos a leer el texto que hemos preparado. La Maestra siempre comienza, y es un deleite ver cómo dramatiza cada verso y sonríe cuando las imágenes cruzan las fronteras de lo previsible. Como nos advirtió en un comienzo, la intención es dejar ir, permitir que la razón poco a poco se desvanezca y la formalidad de paso a un instinto, a un impulso de creación. Debo decir que al comienzo fue difícil ver el papel en blanco, confrontar los temores acerca de escribir, hacer caso omiso de los cánones estéticos, ir más allá del deseo de hacerlo bien. Sin embargo, en las primeras semanas vi la intención de esta invitación: poco a poco he comenzado a ver el mundo con otros ojos, la piedra, la fragancia, la luz entre los árboles han despertado emociones nuevas; he comenzado a buscar material nuevo para el ejercicio de escribir y sin darme cuenta he alterado la manera de ver el mundo y mi estado de ánimo; el ojo ordinario se ha transformado en un ojo que encuentra belleza por doquier y esta visión liberada abre la puerta a mil formas nuevas de habitar el mundo”.

Luego de dos meses de este ejercicio, la Maestra nos dijo: “Debemos recordar que una de las llaves fundamentales del camino espiritual es la imaginación. Las disciplinas espirituales, la devoción, el servicio y la búsqueda de la pureza deben despertar en nosotros una mayor capacidad de creación. Espiritualidad no debe ser restricción, debe ser belleza y libertad. Quien está sanado es capaz de crear pensamientos y acciones bellas, y así recrear su ser todos los días. Si se adquiere el hábito crear pensamientos bellos se logra cambiar el espíritu; con la belleza en la mente es más fácil amar, y con el amor se rompe todas las resistencias internas y se alcanza la libertad”.

¿Por qué la Maestra nos pidió escribir un poema cada día, por qué habló de la imaginación y por qué plantear la imaginación como una llave en el camino hacia la sabiduría? Estas preguntas son pertinentes debido a que estas prácticas (escribir poemas) y declaraciones (la importancia de la imaginación para el crecimiento espiritual) no tienen un papel preponderante en nuestra cultura. Lo anterior debido a la excesiva validez de las acciones y los juicios basados en la razón, los conceptos o el rigor de la causa y efecto.

A medida que crecemos deseamos más control, seguridad y manejo de las cosas, y buscamos que las decisiones estén regidas por la razón; por ello, el ejercicio propuesto por la Maestra, en principio, carecía de finalidad y lógica. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana sabemos que el imperio de la racionalidad muchas veces cede terreno a las fuerzas de lo físico (ej. salud o enfermedad), lo vital (ej. gustos, disgustos, deseos) y lo emocional (sentimientos). Y pese al peso del discurso científico y del racionalismo, descubrimos que nuestro ser y nuestra cultura es mítica. Lo anterior significa que nuestro mundo interno funciona alrededor de creencias, del inconsciente, de los afectos, los deseos, la imaginación, la capacidad de asombro, la intuición y la creación simbólica.

La invitación a escribir un poema, más allá de las expectativas estilísticas o el canon estético, implica una invitación a usar la voluntad y decidir habitar el mundo de una forma distinta; involucra una decisión de ir más allá de las maneras habituales de ver el mundo, para alterar lo que siempre hemos considerado como lo real y ampliar al mismo tiempo nuestro ser.

Para entender la profundidad de este acto externo que transforma el ser interior es preciso comprender primero cómo funciona la cultura y qué papel jugamos en la continuidad o transformación de ella. Cuando llegamos al mundo nos encontramos con “redes de significación preconstituidas” o, en palabras más sencillas, estamos programados por un sin número de esquemas culturales, que se esconden tras el telón del teatro. Estas redes producen la ilusión de que actuamos libremente, pero de forma inconsciente reproducimos el guión preestablecido. Este condicionamiento facilita el hecho de no comenzar las acciones de cero y posibilita la creación de acciones nuevas configuradoras de cultura.

En consecuencia, la cultura posibilita dos movimientos, por una parte, conserva las tradiciones con esquemas preestablecidos, y con el ocultamiento de estos esquemas en el inconsciente genera una limitación para el cambio. No obstante, por otra parte, da un repertorio de experiencias, para que seamos capaces de configurarnos como alguien particular y construir o crear realidades acordes con nuestra particularidad.

La cultura, entonces, abre al hombre su capacidad para recrear lo establecido, pero esta ‘aperturidad’ sólo es posible mediante el desarrollo de la voluntad (conocimiento), la expresión (imaginación) y la capacidad para actuar sobre aquellas partes que requieren la transformación (intervención e integración en la vida).

Con respecto a la voluntad, es pertinente decir que esta capacidad guarda una estrecha relación con el conocimiento, pues es mediante él los seres humanos podemos indagar, escrutar, interpretar, comprender, aprehender, reflexionar y actuar sobre nuestra  historia. Si somos conscientes de su valor, podemos investigar (en un profundo giro de la consciencia hacia adentro) qué aspectos del ser son herencia de la familia, la educación, la sociedad y la cultura; cuáles de estas influencias nos potencian o limitan, y qué rasgos pertenecen a una naturaleza esencial de nuestro ser. Estos rasgos que inicialmente eran inconscientes, pasan a la consciencia y es allí donde se evidencian las razones de nuestra acción. Esta vuelta del ser hacia el interior, esta decisión de arqueología profunda de la consciencia, marca el inicio del camino denominado por las culturas antiguas como el despertar o el segundo nacimiento. Pues se empieza a hacer consciente de la programación recibida por la cultura y la diferencia de esta con el ser esencial.

El segundo momento del camino para transformar la cultura y recrear nuestro ser es la ‘expresión’, específicamente el lenguaje y la imaginación. Una vez se han identificado las redes de significado de la cultura, el ser humano debe hacer uso de la facultad creativa del lenguaje y de la capacidad de alteración de la imaginación.  El poeta chileno Vicente Huidobro afirmó: “Aparte de la significación gramatical del lenguaje, hay otra, una significación mágica… El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir… La poesía no es otra cosa que el último horizonte, que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda”. Cuando la Maestra nos invitó a escribir un poema, nos invitó a ver distinto, a ir más allá de nuestro horizonte conocido; cada uno tenía en mente un ideal poético, aun el más mínimo, pero cuando se alteró la mirada surgió en cada uno un manantial espontáneo, que iba más allá de los aspectos formales o intelectuales y anidaba en las profundidad del ser como una potente fuerza creativa.

Finalmente, el conocimiento de la naturaleza propia (voluntad) y la imaginación de unas maneras más amplias de estar en el mundo (expresión) deben unirse al mundo de la vida para transformar la cultura. Mi Maestra afirma con frecuencia “El camino de purificación interior, la conquista de la paz en todo el ser y la entrada en un universo de éxtasis sagrado no deben llevar al alejamiento del mundo, deben generar un amoroso impulso para abrazar la existencia en todas sus formas y traer el espíritu de la divinidad a cada rincón”. La sabiduría sobre el ser, el mundo y lo trascendente; la recreación del ser y su expresión, y la integración en cada acción son los pasos para pasar de seguir la cultura a transformar la cultura. Cuando el nuevo contenido entra en las redes de significación, se integra con la cultura y se hace norma. Ese es el inicio de otro ciclo de tradición y transformación.





miércoles, 11 de abril de 2012

Pausa

Resisto el ritmo de los días
y tomo la rienda de mis pensamientos desbocados.

Desvío la ruta de los ancestros
y me guío por los pálpitos que oigo bajo las piedras.

Tomo el camino nuevo
con la única certeza de que será a paso lento.

Me entrego a la lluvia, resisto la tormenta,
como sacrificio a los tiempos que huí.

Bendigo mi aliento, las marcas de cansancio en mi piel,
los surcos que dejaron las lágrimas y las comisuras de la risa.

Brindo con la copa llena de existencia
y asisto al silencio de quien sostiene el Teatro Universal.

miércoles, 4 de abril de 2012

Necesidad

Se requiere de un grito silencioso,
para acallar la ruidosa presencia de los seres tristes y orgullosos.

Se requiere de una risa estridente,
para aplacar la seriedad del pequeño yo.

Se requiere de paciencia de pescador,
para ver pasar la vida sin afección.

Se requiere de puños de verdad,
para limpiar nuestros ojos y ver la belleza detrás del mundo.

Se requiere del coraje de un guerrero,
para acercarse a una rosa y hundirse sin pudor en la consciencia infantil.

Se requiere de una espada afilada,
para cortar de tajo nuestras raíces y empezar a volar.

Se requiere de un corazón de mujer, de madre,
para sentir por un momento la ternura del Creador.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Libertad (segunda parte)

Cuando preguntaba a mi Maestra por el momento de su liberación, ella siempre hacía referencia al estado de profunda entrega a su Ser real, a su Gurú y a lo Sagrado, instante previos a esa experiencia culmen de libertad. En una ocasión decidí preguntar lo siguiente: “Maestra, ¿por qué afirma que el resultado de la realización espiritual es la libertad, y al mismo tiempo, el requisito para alcanzar este estado es la entrega? Lo pregunto porque en nuestro contexto occidental la libertad es un hecho totalmente opuesto a la entrega o sumisiónˮ.

Mi Maestra respondió: “La mayor libertad que un ser humano puede alcanzar ocurre cuando es capaz de dejar a un lado su identificación con ese pequeño yo, al que muchas tradiciones han llamado ego, y vivir más allá de dualidades y egoísmos. La vía para lograr esta experiencia, este estado en todo el ser, es mediante una perfecta humildad y entrega (nueva identificación) a una consciencia superior, que se puede llamar Ser real interno, Gurú o Divinidad. Con este acto se pasa de un ser individual (limitado) a un ser trascendental (ilimitado). En mi camino de liberación, el proceso comenzó con un conocimiento profundo de la consciencia de mi Maestro, un descubrimiento de sus intenciones y un discernimiento sobre su naturaleza sagrada. Posteriormente, inicié una investigación de la naturaleza de mi ego y, poco a poco, una desidentificación de todas las partes y movimientos de ese pequeño yo. La entrega total no vino de un momento a otro. Fue necesario traer más y más claridad sobre mi ser, el proceso, mi gurú y la naturaleza de lo sagrado; debí llegar a realizaciones profundas sobre mi ser, y fue fundamental sentir y aprender a recibir el amor puro de mi Gurú. Este proceso me llevó a una incubación de una consciencia trascendental en mí, que se manifestó en una entrega profunda. En ese momento, ocurrió un rapto, una elevación, una ascensión, que liberó mi ser de todos los apegos y expandió mi consciencia al infinitoˮ.


En la respuesta de la Maestra encontré varias enseñanzas que daban un sentido nuevo a mi concepto de libertad. En primer lugar, aparecía el concepto de desidentificación del ego; en segundo lugar, estaba la idea de una perfecta entrega, y por último, la libertad entendida como trascendencia.

Con respecto a la desidentificación, es necesario decir que en nuestro contexto denominamos identidad a aquello que recibimos de nuestros padres, maestros, amistades, medios, cultura…, y en la mayoría de los casos nos definimos por los contenidos recibidos por el contacto con estas influencias. En consecuencia, parece no tener sentido desidentificarnos de aquello que somos. Es más, entendemos como libertad la posibilidad de manifestar ese ser en todos los ámbitos de la vida, alcanzar el mayor grado de confort, lograr los mejores beneficios para los miembros del clan; en palabras sencillas, vivir, pasar del nacimiento a la muerte con tanta comodidad y disfrute como se nos presente. Si este es nuestro ser real y su manifestación en todos los ámbitos es el camino a la libertad, la preguntas que surgen son ¿por qué en ocasiones nos sentimos encarcelados por unas fuerzas e influencias que provienen de nuestro interior?, ¿por qué a pesar de lograr expresar nuestros deseos, alcanzar confort y expresar nuestro ser el estado de libertad esta no es perdurable?

De acuerdo con múltiples tradiciones espirituales, y especialmente en relación con el camino propuesto por mi Maestra, la ausencia de libertad proviene precisamente de la mezcla de movimientos en el ser humano proveniente de sus seres físico (corporal), vital (sensible), emocional (sentimientos) y mental (pensamientos), que han recibido la influencia biológica, familiar, educativa y cultural. Cada ser actúa de manera aprendida frente al medio, y pocas veces hay una posibilidad real en el ser humano de llevar a cabo un control efectivo sobre el mundo interior y la vida exterior. Por esta razón, los caminos espirituales en general buscan un reconocimiento de estas fuerzas diversas presentes en nuestro ser; una desidentificación de todos esos movimientos que fluyen en el interior; una unidad de todas las partes del ser que estará subordinada a un elemento superior (Ser interior, Gurú, Divinidad), conservando lo auténtico y positivo de cada una, y finalmente la fundación de un nuevo ser capaz de actuar en el mundo de una manera pura, armoniosa y libre.

Para acercar estas ideas a un contexto occidental emplearé como ilustración una escala de valores propuesta por el filósofo alemán Max Scheller, con el fin de entender los estadios de la sensación de libertad en el ser humano. Según dicha escala piramidal, los seres humanos nos regimos por los siguientes valores: en la base se hallan los sensibles (placeres, gustos y disgustos); luego vienen los vitales (alimentación, protección, reproducción); posteriormente aparecen los estéticos (belleza, arte, expresión); le siguen los intelectuales (conocimientos); más arriba se hallan los éticos (valores morales, ideales), y finalmente, en la cima, aparecen los sacros (trascendente). Desde la perspectiva del filósofo, la posición de los valores está relacionada con la cercanía a la naturaleza, en el caso de los inferiores, y con la mayor altura que puede alcanzar la humanidad, en el caso de los superiores. Aunque los valores difieren culturalmente, desde nuestra sabiduría interior sabemos que los valores éticos y sagrados son superiores que los sensibles. Además los valores superiores perduran más que los inferiores, y la sensación de libertad aumenta a medida que se realizan valores superiores. Dichos valores crean más vida, generan más sentido y hacen percibir una mayor autenticidad en nuestro ser.
Esta relación entre mayor o menor grado de libertad y valores puede ser aun más clara con el concepto de autotrascendencia, planteado por el psiquiatra Viktor Frankl. Frankl habló de esta autotrascendencia como una cualidad intrínseca en los seres humanos; es decir, más que centrarse en una condición interna, como puede ser el principio de placer o el principio de homeostasis, el hombre se orienta hacia el mundo que está ahí afuera, y estando en ese mundo, se interesa por otros seres humanos. En virtud de lo que yo llamo una autocomprensión ontológica prereflexiva, sabe que precisamente en la medida en que se olvide de sí mismo será capaz de ser más sincero consigo mismoˮ. Esta sinceridad, autenticidad e identidad alcanzada cuando el ser humano sale de sí, cuando va más allá de la satisfacción del deseo, y se entrega a una actividad, una criatura, otro ser humano, una causa o un Ser trascendental genera una sensación de libertad y sentido superiores al principio de placer o poder.
Este concepto de la autotrascendencia permite ahondar en la entrega total y la libertad entendida como trascendencia, las otras dos enseñanzas que se extraen del mensaje de mi Maestra. Si aceptamos que cuando salimos de nuestra órbita y ponemos nuestros ser en función de algo externo (una labor, una creación, una criatura, otro ser humano o la Divinidad) experimentamos una sensación más perdurable de libertad y mayor sentido, podemos aceptar también que a mayor entrega, mayor disolución del yo; menor presencia de nuestros gustos y disgustos, y menor influencia de la clamorosa compañía de deseos. Sin embargo, pocas veces logramos entregarnos profundamente a algo, nuestro ser pone la atención en múltiples direcciones, y en el caso de las relaciones y los proyectos humanos en ocasiones recibimos heridas que nos impiden una entrega total. Esta desconfianza producto de las heridas nos priva de nuestra capacidad de entrega profunda y en consecuencia no podemos sentir la libertad que implica abandonar todo el ser. Precisamente por tal motivo, mi Maestra habló del inicio de su camino como un proceso de discernimiento, pues es solo a través de la claridad y la certeza como se llega a adquirir la confianza necesaria para entregar totalmente.
En el caso específico de los caminos espirituales de purificación y contrario al imaginario presente en occidente, para dar inicio a un sendero de purificación es necesario un ejercicio profundo de reflexión sobre los fundamentos de la vía elegida; una constante experimentación de la gracia y la transformación recibidas, y un análisis y, al mismo tiempo, una apertura acerca de la naturaleza sagrada del Gurú (si este fuera el caso). Como en un baile, a medida que nuestro corazón aprende a entregarse más y más, el Ser real, el Gurú, lo Sagrado responden llenando el Ser con un Amor sanador que devora el ego, diluye las limitaciones, sobrepasa el yo y trasciende todos los confines. Este baile de la entrega es mutuo, no deben mediar principios de placer o poder, deben primar principios de sentido y de trascendencia. Esta entrega total y este objetivo de hallar la libertad mayor, perdurable, en lo trascendente, cuando se comprenden en su magnitud, pasan de ser un  propósito para alcanzar en la vida a ser la totalidad de la vida, y constituyen la piedra angular sobre la que se erige un nuevo ser, ilimitado, con profunda humildad, poderoso y bondadoso al mismo tiempo y dispuesto a entregar la vida al servicio de una fuerza universal.

lunes, 19 de marzo de 2012

Cósmico

Soy el hermano del mundo y el hijo natural del Creador.

He abandonado mi casa para entrar en la mansión del Espíritu.


He dejado atrás mi tierra y he dicho adiós a mis ancestros.


Ahora mi patria es el Universo y mi familia todas las criaturas.



Una ola ha bañado mi ser y me ha levantado hasta la cima.


Desde allí, he visto el laborioso y verdadero Amor que soporta el mundo.


Me he deleitado con el milagro de su lenta manifestación


en cada arroyo que se hace mar,


en cada semilla que se hace flor,


en cada corazón que se hace bondad,


en cada hombre que se hace Dios.



Esa visión desde las alturas de mi Alma me ha hecho eterno.


De buscar cien razones para hundirme en la rabia y la tristeza,


He dado el paso a hallar un millón de motivos para brindar por el mundo.


En cada recodo de existencia veo una ventana al Orfebre,


e invito a mi alma a atrapar en su red el soplo divino.



Soy ruiseñor, árbol, cascada, estrella.


Soy niña, anciano, monje, malandro.


Soy paz, violencia, beatitud, ignorancia.


Vivo en el Amor de la existencia, en el Centro donde se funden todas las dualidades.


Soy espíritu y como el sol caliento cada rincón.



Me embriago con el secreto Deleite que habita detrás de lo creado.


Mis ojos brillan con ese desfile sin fin de trajes,


que el Creador ha escogido para manifestar su Amor.


Soy un vitalista avasallado por ese Yo que no soy yo.


Me aferro a la vida como un devoto amante,


pero marcho entonando una canción hacia mi muerte.



Muero, renazco, muero, renazco, y en esa danza sueño con unirme a Ti.

He corrido el velo de las formas y he visto tu teatro de Dulzura.


Me hundo en tu mar inabarcable y siento que corres por Mí.


Soy una rama de tu infinito árbol.


Soy una gota de tu insondable mar.


Soy una piedra del templo de tu vasta existencia cósmica.

martes, 21 de febrero de 2012

El Árbol

Has sembrado un Árbol de la vida con semillas de Deleite.

Has aguardado veranos e inviernos,

y has visto con paciencia el marchitar de las hojas y sus vestidos de nieve.

Has contemplado delicadas flores que palpitan en tu corazón de primavera,

y has sonreído con la impermanencia del amarillo otoño.

Has sembrado un Árbol de la vida con las notas de tu canto.

Has regado sus raíces con los mares de la Madre,

y has construido nidos en sus ramas para tus criaturas.

Has marcado los ritmos de su existencia con un compás cósmico,

y has escondido su belleza para especiales doncellas.

Has sembrado un Árbol de la vida y guardaste sus secretos,

y has abierto solo una ventana para el sabio que de su nido vuela a Ti.

Has sembrado un Árbol de la vida y por tu Devoción ha crecido.

Has puesto en cada rama, hoja y nido todas tus horas,

y has abierto el pasaje a tu Alma con tu Árbol.   

miércoles, 15 de febrero de 2012

Libertad (primera parte)

En la vida con un Maestro cada instante es una oportunidad para moldear el alma, recrear el ser y descubrir la perspectiva sagrada de la realidad. Sri Aurobindo, uno de los sabios más importantes de la India en el siglo XX, afirmó que el Maestro real será aquel que “conducirá al discípulo a través de la naturaleza del discípulo. Enseñanza, ejemplo e influencia: estos son los tres instrumentos del gurú”. La enseñanza refina el conocimiento, despierta capacidades y dota de ayudas para conocer y conquistar el ser. Sin embargo, el ejemplo es más poderoso, porque con las acciones exteriores del Maestro y la manifestación de lo sagrado en él en cada momento, el espíritu del discípulo encuentra su inspiración.
Pero más allá del ejemplo se halla la influencia, el poder de la presencia, aun en silencio, que difunde una conciencia divina que se conecta con la parte más pura, bondadosa y perfecta del discípulo, y la invita a manifestarse. Esa influencia es un pacto secreto, una cita entre almas, que carece de sentido para alguien que se encuentra fuera de ese contacto. Esa influencia trae realizaciones que llevan al ser completo (alma, mente, emociones, sentidos, cuerpo) a dar un giro existencial y guía a la persona en el camino hacia la autenticidad, el encuentro con el sentido último y la más profunda realidad.
Recuerdo como si fuera hoy un aprendizaje transformador proveniente de la mágica influencia de mi Maestra. Estaba en la casa de mi Maestra, sirviéndola a ella y a otras personas sinceras que habían venido desde muy lejos a visitarla. Me encontraba cocinando en aquel escenario perfecto, pero a pesar de las condiciones mi ego (esa parte negativa de la dualidad) estaba presente, y un tren de pensamientos desfilaba por mi mente: “tengo calor, me duelen los pies, por qué la Maestra ha decidido atender a estas personas, quisiera estar libre para decidir qué hacer, estaría feliz en una playa descansando...ˮ.  
Al terminar la reunión, la Maestra despidió a los invitados y anunció que en pocos minutos saldríamos de la casa y deberíamos llevar nuestras ropas para la playa. Estaba cansado, pero aun así preparé mi equipaje y salí de la casa con la Maestra y dos discípulos más. Después de una hora de camino, llegamos a una de las playas más hermosas que he visto en mi vida. La Maestra permaneció en silencio todo el recorrido, y al llegar caminó hacia la playa, extendió una sencilla estera sobre la arena y se sentó sonriente a contemplar el mar. Me pidió con una seña que me sentara a su lado, y una vez estaba en mi lugar me dijo: “Querido Ishwara, ¿ahora sientes tu libertad?ˮ
No pude responder. De inmediato entendí que ella había sentido cada uno de mis pensamientos y quería mostrarme la presencia de mi ego y lo reducida que era mi idea de libertad durante ese estado. Pasaron varios minutos en silencio y a pesar de estar en el lugar que deseaba, con las condiciones perfectas no era capaz de sentir libertad. Traté de hablar con la Maestra, ofrecerle disculpas o pedirle su instrucción, pero se encontraba meditando, con una tenue sonrisa, sintiendo la luz del atardecer.
Volvimos a casa y en la cena la Maestra comentó una noticia relacionada con un reciente libro, escrito por una enfermera australiana, quien asistió a centenares de personas en el momento de su muerte. En su texto, la autora afirmaba que el sentimiento más frecuente de los pacientes en los últimos instantes era la pena por no haber vivido una vida auténtica. Después de varias horas de silencio y reflexión pregunté: Maestra, ¿por qué nos esforzamos tanto en la vida para hacer lo que queremos, alcanzamos tantas veces lo deseado y aun así no nos sentimos libres y plenos?, ¿por qué si la consecuencia natural de la libertad es la felicidad, las personas con más recursos y oportunidades para actuar libremente no son necesariamente felices y sienten que sus vidas carecen de sentido o no han sido auténticas?
La Maestra sonrió y con su sincera compasión me dijo: “Querido Ishwara, primero quiero decirte que hoy estuve acompañándote con mi luz en todo tu proceso. Sentí la frustración proveniente de tu ego, y en la playa quise guiarte hacia la realización de tu dualidad. No tienes de qué preocuparte, pues en el proceso de purificación del ser es importante reconocer el ego para luego rechazarlo. Sin embargo, es fundamental que en cada momento empieces a ser consciente de dónde está tu mente y qué parte de ti está presente en la acción, tu ego o tu parte real. Este proceso de conciencia es fundamental para eventualmente lograr la unidad de nuestro ser y alcanzar la libertad real”.
Continuó la Maestra: “Con respecto a tu pregunta, en la vida del ser humano existen dos tipos de libertad: una proveniente del ego y otra real. La libertad proveniente del ego tiene como fundamento la lógica de satisfacer los apetitos egoístas para alcanzar la libertad. Sabemos que el hombre es un cúmulo de impulsos sensibles, vitales, emocionales, estéticos, etcétera, y estamos todo el tiempo empujados a desear algo que nos permita compensar esta tensión. Sin embargo, sabemos que es imposible para el hombre obtenerlo todo, saberlo todo o hacer todo, y el resultado es la frustración. La noticia de la enfermera australiana que he compartido con ustedes es emblemático, pues aun las personas que logran satisfacer todos sus impulsos al final de la vida no son capaces de sentir la autenticidad de sus existencias. Los seres humanos defienden esta libertad del ego y se encuentran profundamente apegados a ella, pero en realidad esta carrera por la satisfacción es producto de sugestiones , impulsos y fuerzas que reducen nuestras capacidades y nuestra esencia”.
“Por otro lado, se halla la libertad real, que solo se alcanza cuando nos sumergimos en las profundidades del alma. Allí reconocemos que estamos compuestos no por una sino por muchas personalidades, cada una con sus propias exigencias y naturaleza diferente. Descubrimos que tenemos impulsos vitales, deseos, sentimientos, anhelos intelectuales y morales, y esta mezcla de fuerzas en la vida práctica toman nuestro ser y lo dispersan en múltiples direcciones. De mi Maestro aprendí que el camino espiritual no debe llevarnos a rechazar la vida y estas fuerzas, y retirarnos del mundo, como lo han hecho miles de hombres y mujeres santos a lo largo de la historia. En mi camino de purificación, con la amorosa guía de mi Maestro, comprendí que la libertad se consigue cuando se transforman cada uno de estos movimientos en el ser y se elevan más allá del ser humano, al nivel de la divina consciencia, de tal manera que un día lo sagrado irradie su luz a todas las partes de nuestro ser y alcancemos la unidad. Esta es la libertad real, aquella que no depende de las posesiones y las circunstancias para sentir plenitud; aquella que logra ver aun en el sufrimiento la sagrada mano de la divinidad; aquella que tiene como horizonte la frase qué puedo dar al mundo y no qué puedo recibir del mundo”.
Después de esta respuesta conversamos un poco más y nos retiramos a las habitaciones. Entré a mi alcoba, y en la oscuridad me senté a meditar. Fui consciente de cómo en la cotidianidad, con los estímulos del mundo, es muy fácil perder la perspectiva y hundirse en la ignorancia de la vastedad del alma y la existencia. Lloré por el extravío de mi ser y luego reí, pues aquella sensación de libertad que anhelaba había llegado en ese momento, en la soledad de mi alcoba, en la ausencia de apetitos y en el regreso del anhelo de mi corazón por hallar y vivir en mi ser real.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Deleite

Y me envuelves en tu brisa que me inmoviliza de deleite.

Y me borras las lágrimas con tu atardecer de rosa y de aves revoloteando al compás de tu canción eterna.

Y me abrazas en tu mar con la complicidad de las olas furiosas de tu amor.

Y me calmas con las canciones de la Madre y tu Silencio tierno.

Y me raptas con tu fuerza de amante verdadero y tu pureza infantil.

Y me unes a tu pecho hasta fundirme en Ti, hasta que mi aliento y el Tuyo son Uno

... Y me entrego, después de las horas oscuras; me hago un ovillo y reposo en Ti.

martes, 24 de enero de 2012

Sentido

Un insignificante brillo que se refleja en el agua,
Un suave rayo de sol que se cuela entre las ramas,
Una palabra de amor en un día árido,
Un pensamiento luminoso en el reino del cinismo.
Esa es tu Voz a los hombres,
Esa es la Flor que ofreces al niño divino que habita dentro de sus corazas,
Esa es tu Danza que se mueve al ritmo del ciclo sagrado de la existencia.
Percibo tu infinita bondad, cuanto más escudriño el mundo,
Y aun sin entenderte, sin poderte abarcar, siento cómo me envuelves en tus brazos y me arrullas.
“¿Qué pasa con el mal, con el dolor, con la muerte, con el sufrimiento?”, pregunta quien no te ve.

Te hallo en las horas oscuras y con las tormentas mi fuego crece.
Con cada destrucción renazco y me hundo en tu deleite.
Y no muero;
Vivo en ti.

domingo, 15 de enero de 2012

¿Destruir el ego? (segunda parte)

Si nos sentamos un momento y reflexionamos sobre nuestro ego y nuestra parte real, seguramente recordaremos instantes donde nuestra dualidad se hizo más evidente. Situaciones donde el enojo, la tristeza, la frustración, el miedo, la ansiedad y las inseguridades tomaron todo nuestro ser y sus manifestaciones causaron heridas a otras personas o autodestrucción. Así mismo, podemos recordar momentos de profunda claridad, de sensibilidad y unión profunda con el mundo y sus criaturas, de deleite por existir, de amor ilimitado y bondad sin condición.
Nuestra vida tiene blancos y negros, pero la mayor parte del tiempo trascurre entre grises, donde el ego y la parte real se encuentran íntimamente ligados. Este ir y venir de la dualidad es lo común, pero no es lo normal, y la sensación de impotencia frente a los embates de la vida procede en gran parte de esa inestabilidad de nuestro ser. Los caminos espirituales secretos de las antiguas culturas, los fundamentos metafísicos de las religiones y las tradiciones de transformación del ser hablan de la necesidad de trascender la dualidad para lograr la liberación.
Por supuesto, el objetivo final, el sentido de vida último, es la realización del ser, su iluminación, que en palabras sencillas significa la conquista total de todos los impulsos y el servicio a una consciencia superior. Este es el mensaje de los caminos espirituales, divinizar al hombre. Sin embargo, una parte del camino consiste en reconocer el horizonte (iluminación o realización) y otro los pasos y las herramientas para alcanzar dicha cima divina. Como se puede ver, una cosa es el “qué” y otra es el “cómo”.
El mensaje de las religiones y hasta de las filosofías humanistas consiste en el dominio de los impulsos, el cumplimiento de unos preceptos morales y una pureza de nuestro ser. No obstante, todos sabemos la dificultad de mantener dichos lineamientos en todo momento, y una de las razones es que no se encuentran disponibles caminos y herramientas para alcanzar los ideales. Por ello, en este ascenso hacia la cima de la libertad espiritual es necesario investigar vías (“cómos”) que permitan iniciar la purificación de todo el ser, en palabras del sabio Sri Aurobindo “purificación del entendimiento”.
Una de las vías fundamentales en la tradición India es el camino consciente hacia la identificación del ego y la parte real en cada momento de la vida. La observación en la distancia de nuestro propio ser (pratiajara, en sánscrito), poco a poco revelará los escenarios donde el ego toma control de nuestro ser y las diferentes caras que adopta para manifestarse. Esta consciencia representa un cambio en la perspectiva de vida, pues implica reconocer que existe un mundo más allá del mundo exterior y sus estímulos, y tomar la decisión de entrar en nuestro ser y ver cómo se manifiesta la dualidad en nuestros pensamientos y acciones”.
Cuando llegué a la casa de mi Maestra, pensé que el camino espiritual que ella representaba consistía en meditar durante varias horas, mantener un régimen estricto de alimentación y reglas, hacer muchas horas de yoga y esperar la iluminación. Pronto me percaté de mi profunda ignorancia. Ella me dijo después de dos semanas: “Ishwara, la meditación, la alimentación, el hatha-yoga, el estudio de textos espirituales y demás disciplinas espirituales son ingredientes fundamentales del camino espiritual, pero el núcleo se encuentra en la purificación del corazón y la mente […]. Es muy importante que continúes las disciplinas, porque con ellas aprendes a entrar en tu ser y activar tu voluntad; sin embargo, es fundamental que aprendas a reconocer tu ego y tu parte real. Debido a que por años has vivido con tu ego, te has acostumbrado a él y en muchos aspectos de tu vida es él quien domina. Mi trabajo como tu guía va a ser ayudarte a reconocer claramente las dos partes y, posteriormente, te ayudaré a conquistar tu ego. Solo mediante la identificación, el rechazo y la entrega a tu parte real es posible habitar en la plenitud. Este es el trabajo de hacer un ángel de un hombre”.

lunes, 9 de enero de 2012

Infancia

Vino la Infancia y poseyó mi ser.
Estaba en una playa, recostado sobre la arena, en duermevela arrullado por el mar.
Me puso en pie, me llevó caminando y obligó a la arena a corretear entre mis dedos.
Iba con ella, pero solo podía observar cómo arrastraba mi cuerpo y todo mi ser hacia el Mar.
Resistí, aunque solo para entregarme más fuerte, y en el agua reí a carcajadas, mientras cabalgaba entre cada crin blanca de los caballos marinos.
Oí todos los cantos de sirena sin amarrarme a ningún mástil y me rendí sin descanso a esa Calipso dueña del poder de creación.
Y ahí, en medio de crines, sirenas y embrujos, la niña Infancia entró más profundo y un soplo violento de agua me envolvió en sus brazos.
Varias vueltas di hasta llegar a la orilla, y quedé sentado, con mi pelo enmarañado, riendo y llorando, atrapado por la Infancia, o lo que es igual, por la infinita libertad de estar unido con todo.
Ahora no lucho, ya no soy un poseso; ya no sé si soy yo o la infancia quien me pone en pie y camina.
Vuelvo a sentir la arena correteando y sigo riendo.
Entro al Mar a perseguir sus caballos de blancas crines.
Y espero la gloriosa ola que me traiga de vuelta, para terminar en la orilla, con el pelo enmarañado, lleno de libertad.