Si nos sentamos un momento y reflexionamos sobre nuestro ego y nuestra parte real, seguramente recordaremos instantes donde nuestra dualidad se hizo más evidente. Situaciones donde el enojo, la tristeza, la frustración, el miedo, la ansiedad y las inseguridades tomaron todo nuestro ser y sus manifestaciones causaron heridas a otras personas o autodestrucción. Así mismo, podemos recordar momentos de profunda claridad, de sensibilidad y unión profunda con el mundo y sus criaturas, de deleite por existir, de amor ilimitado y bondad sin condición.
Nuestra vida tiene blancos y negros, pero la mayor parte del tiempo trascurre entre grises, donde el ego y la parte real se encuentran íntimamente ligados. Este ir y venir de la dualidad es lo común, pero no es lo normal, y la sensación de impotencia frente a los embates de la vida procede en gran parte de esa inestabilidad de nuestro ser. Los caminos espirituales secretos de las antiguas culturas, los fundamentos metafísicos de las religiones y las tradiciones de transformación del ser hablan de la necesidad de trascender la dualidad para lograr la liberación.
Por supuesto, el objetivo final, el sentido de vida último, es la realización del ser, su iluminación, que en palabras sencillas significa la conquista total de todos los impulsos y el servicio a una consciencia superior. Este es el mensaje de los caminos espirituales, divinizar al hombre. Sin embargo, una parte del camino consiste en reconocer el horizonte (iluminación o realización) y otro los pasos y las herramientas para alcanzar dicha cima divina. Como se puede ver, una cosa es el “qué” y otra es el “cómo”.
El mensaje de las religiones y hasta de las filosofías humanistas consiste en el dominio de los impulsos, el cumplimiento de unos preceptos morales y una pureza de nuestro ser. No obstante, todos sabemos la dificultad de mantener dichos lineamientos en todo momento, y una de las razones es que no se encuentran disponibles caminos y herramientas para alcanzar los ideales. Por ello, en este ascenso hacia la cima de la libertad espiritual es necesario investigar vías (“cómos”) que permitan iniciar la purificación de todo el ser, en palabras del sabio Sri Aurobindo “purificación del entendimiento”.
Una de las vías fundamentales en la tradición India es el camino consciente hacia la identificación del ego y la parte real en cada momento de la vida. La observación en la distancia de nuestro propio ser (pratiajara, en sánscrito), poco a poco revelará los escenarios donde el ego toma control de nuestro ser y las diferentes caras que adopta para manifestarse. Esta consciencia representa un cambio en la perspectiva de vida, pues implica reconocer que existe un mundo más allá del mundo exterior y sus estímulos, y tomar la decisión de entrar en nuestro ser y ver cómo se manifiesta la dualidad en nuestros pensamientos y acciones”.
Cuando llegué a la casa de mi Maestra, pensé que el camino espiritual que ella representaba consistía en meditar durante varias horas, mantener un régimen estricto de alimentación y reglas, hacer muchas horas de yoga y esperar la iluminación. Pronto me percaté de mi profunda ignorancia. Ella me dijo después de dos semanas: “Ishwara, la meditación, la alimentación, el hatha-yoga, el estudio de textos espirituales y demás disciplinas espirituales son ingredientes fundamentales del camino espiritual, pero el núcleo se encuentra en la purificación del corazón y la mente […]. Es muy importante que continúes las disciplinas, porque con ellas aprendes a entrar en tu ser y activar tu voluntad; sin embargo, es fundamental que aprendas a reconocer tu ego y tu parte real. Debido a que por años has vivido con tu ego, te has acostumbrado a él y en muchos aspectos de tu vida es él quien domina. Mi trabajo como tu guía va a ser ayudarte a reconocer claramente las dos partes y, posteriormente, te ayudaré a conquistar tu ego. Solo mediante la identificación, el rechazo y la entrega a tu parte real es posible habitar en la plenitud. Este es el trabajo de hacer un ángel de un hombre”.