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sábado, 31 de diciembre de 2011

¿Destruir el ego? (primera parte)

Sri Ramana Maharishi, un sabio indio del siglo pasado, afirmó que si uno realmente deseaba hacer algo por el mundo debía trabajar para destruir el ego. ¿Qué implica realmente esta declaración?, ¿cómo interpretarla en un contexto donde las acciones externas parecen más urgentes que el trabajo interior?
Según mi Maestra, cuando Sri Ramana Maharishi habla de destrucción del ego, en el fondo está planteando el ideal más alto al que puede aspirar el ser humano, a saber: la transformación total de su ser y la divinización de su naturaleza. Lo anterior implica entre otros aspectos la invitación de la calma a todo el ser; la conquista de la mente; el descubrimiento de la parte real; el rechazo del ego; el retorno de la pureza y la incorporación de la consciencia infantil; la presencia del deleite en cada acción, y la unión plena con la Divinidad. Este ideal se manifiesta en una personalidad amorosa, pura y orientada al servicio desinteresado, que actúa con una poderosa voluntad para traer la realidad divina a la tierra.
Cuando Sri Ramana Maharishi habla del ego, se apoya en el presupuesto de que todos nosotros tenemos dos partes: el ser real y el ego. El ser real corresponde a la parte natural del ser humano y su manifestación se encuentra en sus virtudes, descritas por Platón como: belleza, bondad, verdad, felicidad, justicia, amor y armonía. Por su parte, el ego está relacionado con los aspectos negativos del ser humano, surgidos entre otros por las heridas, frustraciones y conflictos con el mundo exterior. Entre estos factores se encuentran el enojo, la tristeza, la ira, el miedo, la ansiedad, etc.
Al iniciar mi camino espiritual desconocía el potencial de esta perspectiva. En primer lugar, esta visión abría la esperanza de transformar la sociedad desde un cambio interior profundo que permitiera aflorar las virtudes de manera permanente. En segundo lugar, permitía soñar con la idea de un perfeccionamiento del ser humano, donde la esencia del amor, la libertad y la bondad fueran el estado permanente. En tercer lugar, ofrecía una oportunidad para nuestra psicología, pues ofrece la posibilidad de suprimir o bajar el poder de las emociones que hacen nuestras vidas más difíciles.
La primera inquietud que formulé cuando conocí esta manera de ver el mundo era si se trababa de una realidad o de una utopía, pues como una persona nacida en la cultura occidental, es común que considere el enojo, la tristeza, la frustración, etc., como parte natural de la vida. En respuesta a esta inquietud, obtuve la siguiente narración de mi Maestra:
“En una pequeña villa en los Himalayas, inicié mi proceso de purificación con mi Maestro. Durante meses estuve en una casa de una sola habitación, investigando mi mente, sanando mi ser y recibiendo pruebas de mi sinceridad. Afuera oía una sinfonía de ovejas, vacas, pájaros y monos, y a través de una ventana veía los imponentes picos nevados de los Himalayas. Él me dijo: ‘Para transformarte tengo que mostrarte tus dos personalidades’. ‘¿Dos personalidades?’, pregunté. Él respondió: ‘Todos los seres humanos tenemos dos personalidades. La buena personalidad es pura, buena, feliz, libre y está inclinada hacia el descubrimiento del espíritu. La otra personalidad, el ego, tiene como signo la negatividad y sus reacciones siempre persiguen la separación, la destrucción y el egoísmo. Los seres humanos somos una mezcla entre estas dos partes’.
[…] Durante el tiempo de mi purificación me di cuenta de que mi Maestro podía ver mi ego y mi personalidad real. Cada vez que pensaba, actuaba o hablaba con mi ego él me lo decía con infinita compasión, y a medida que lo hacía, tenía la realización de que esta persona me conocía mejor de lo que yo me conocía. Con el tiempo, pude distinguir más claramente cuándo estaba en mi ego y cuándo en mi personalidad real. Con métodos antiguos, disciplinas espirituales, la pureza de la consciencia de mi Maestro y la Gracia del mundo espiritual pude rechazar más y más mi parte falsa. Poco a poco, sentí cómo el deleite, la libertad, la bondad y un infinito amor crecían en mi interior y eran cada vez más el fundamento de mi personalidad y de cada una de mis acciones”.  
Después de estas palabras entendí con mayor profundidad el pensamiento del sabio Sri Ramana Maharishi. Sin duda, los aportes de cada uno de nosotros a la sociedad son fundamentales, y es de la suma de estas acciones de donde surgen las grandes transformaciones sociales. Sin embargo, cuando una mujer y un hombre han entregado su vida a perfeccionar su ser sin protagonismos; cuando han enfrentado la temible batalla de conquistar su ego; cuando han desterrado de su ser el enojo, el egoísmo y la tristeza, su tierno corazón y la fortaleza de su espíritu constituyen la flor más hermosa que el ser humano pueda ofrecerle a la humanidad. En un mundo que invita y obliga a hundirse en la vanidad, la autocomplacencia y el orgullo, una mujer o un hombre que decidan trabajar para cultivar la humildad, la generosidad y el servicio desinteresado son lotos en el fango.
Sin duda es necesario contribuir al desarrollo material de las personas, como lo proclaman los programas para erradicar la pobreza en el mundo, pero también es cierto que gran parte del problema se encuentra en la distribución de la riqueza, y este escollo proviene del espíritu. Como afirmó mi Maestra un día, si un hombre da alimento a otro, quita el hambre por un día. Si un hombre da techo a otro, resuelve la necesidad de vivienda, pero no de sustento. Si un hombre da trabajo a otro, resuelve el sustento, pero no llena la mente. Si un hombre enseña a otro, resuelve su curiosidad, pero no da sentido. Si un hombre logra guiar a otro hacia la sabiduría (autodescubrimiento de su ser), lo hace inmortal.

viernes, 16 de diciembre de 2011

El retorno de la calma

“¿Cómo está tu mente esta mañana?”, preguntó mi Maestra. La miré, traté de encontrar una respuesta, pero la verdad hasta ese momento nunca había sido consciente de mis pensamientos. Entonces pregunté: “¿qué significa exactamente ‘cómo está mi mente’?”. Ella me miró como si este fuera un interrogante cotidiano para mí, pues para ella había sido una pregunta frecuente durante los quince años que permaneció al lado de su Maestro. Con paciencia y compasión me dijo: “Cómo está tu mente significa cómo es la velocidad de tus pensamientos, si son negativos o positivos, si estás enfocado en una sola dirección o en muchas, si estos pensamientos te provocan alguna reacción”.
Sin embargo, a pesar de su respuesta no fui capaz de dar un diagnóstico. Entonces me pidió que pusiera mi espalda recta contra espaldar de la silla, cerrara mis ojos y respirara cinco veces profundamente, y poco a poco empezara a ser consciente de mis pensamientos. La primera impresión fue que mi mente saltaba en múltiples direcciones; luego, me percaté de que al intentar bajar el ritmo, entraba en una batalla que alteraba mis nervios, y por último sentí una incomodidad por sentarme en una sola posición. Había practicado meditación durante muchos años y había vivido algo similar a esta experiencia, incluso había experimentado momentos de sosiego, pero el hecho de ser consciente de mis pensamientos, como un observador, era una sensación nueva.
Luego de este sencillo ejercicio la Maestra dijo: “La mente es un laboratorio. Si queremos empezar un camino de autoconocimiento, debemos experimentar la naturaleza de la mente. Sin embargo, ¿cómo vamos a conocer esta naturaleza si no somos capaces de entrar adentro? Si nuestro mundo interior solo es producto de las impresiones del mundo, ¿cómo vamos a reconocer nuestro ser?”
Este era un llamado a reconocer la existencia de un mundo interior, que era independiente del mundo físico y de las impresiones de este mundo en la consciencia. Era una invitación a observar los pensamientos y por un momento dejar de seguir los caballos desbocados de la mente. Era un momento de verdad para mi ser, pues implicaba cambiar mis concepciones sobre la realidad, sobre la mente y sobre el sentido de la vida.
La meditación, el hatha-yoga (movimientos), los estudios, el servicio a los demás, el trabajo de análisis psicológico, la sanación y las demás prácticas del transformación del ser están orientadas a adquirir consciencia de los movimientos en la mente, y una vez se alcanza este nivel de claridad es posible avanzar hacia una unión (yoga) dentro de cada uno, e idealmente con Dios, la Madre, el Infinito o el Ser Sagrado.
Luego de esta primera enseñanza continué meditando durante ese día, y en la noche mi Maestra dijo: “Uno de los primeros pasos en el camino espiritual es calmar la mente. Para alcanzar este estado primero debes entender la necesidad de entrar adentro, la importancia de desapegarse de la acción y la creación de espacios en la vida donde sea posible ‘estar’’. Una vez estés adentro, silencioso, sin la ansiedad de la acción, vas a experimentar poco a poco la calma. Y ahí, en ese estado, vas a percibir tu espíritu, la inmensidad del mundo interior y el deleite que está en el origen de todo”.
El trabajo de deconstrucción había comenzado, de la costumbre de pensar rápidamente, debía pasar a enfocar mi mente en una sola dirección e invitar la lentitud de los pensamientos; de la adicción a hacer, debía pasar a “estar”; del apego al mundo exterior, de los gustos y disgustos, de las relaciones, debía pasar a la exploración del mundo interior, la aceptación y la soledad acompañada del espíritu.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El camino

Doy el primer paso e inicio el camino hacia Ti.
Peregrino a todos los rincones
para hallarte en el origen de todas las cosas.
Viajo cientos de kilómetros, miles de vidas, rumbo a la cueva secreta de mi corazón.
Me pierdo, me encuentras, me alejo... te compadeces y me elevas.
Y ahí, en el camino de regreso a mi pureza, en la estancia donde me he abandonado en Ti, oigo el sutil rugir de tu Espíritu.
Quiero llegar a alcanzar Tus pasos.
Quiero regresar a mi hogar y descansar en Tu regazo.
Pero mientras llego,
te anhelo a cada paso,
y veo en cada piedra del camino,
cada ola que llega a la orilla,
cada mirada de un caminante,
 tu Espíritu que me espera.

domingo, 27 de noviembre de 2011

De hacer a estar

Llegué a la casa de mi Maestra un miércoles. Me recibió con tres de sus discípulos, quienes tenían sencillos, pero hermosos regalos de bienvenida. Sirvieron una cena, me mostraron la habitación donde iba a dormir y me despedí de ellos con abrazos. Me acosté en la cama, y por primera vez empecé a ver la dimensión de mi decisión. Puedo decir que estaba absolutamente seguro del camino que había iniciado. Contraria a la sensación que viene luego de un impulso, mi consciencia decía que había hecho lo correcto. Sin embargo, sabía que no había llegado a esta certidumbre por un proceso racional, sino por un motor más poderoso que de un momento a otro había creado otro sentido a mi vida. En muchos textos de filosofía antigua decían que cuando alguien había entrado en el camino hacia su ser o en el sendero del descubrimiento de su alma, esta realidad del espíritu (que era todavía desconocida), se convertía en una realidad más honda, y sus deseos por el mundo daban paso a una voluntad por entrar más y más profundamente adentro.
No era cándido frente a la reacción de las personas de mi vida anterior. Había llegado a mi ciudad de origen, después de solo cuatro días de un retiro espiritual, dispuesto a cambiar mi vida. Renuncié a mis empleos en dos semanas, me despedí de las personas cercanas, cerré mis correos electrónicos e inicié mi camino hasta aquí. Sabía que a los ojos de las personas mi decisión era fruto de un capricho o quizá de la desesperación, pero en todo mi ser, más que nunca en la vida, tenía muy claro que esta oportunidad era fundamental; en palabras de Carlos Castaneda, era mi “camino con corazón”. Y esta realidad interior, esta mirada que había hecho por pocos momentos dentro de mí, era la promesa de una realidad más vasta, más sabia y con más frutos. Sentí en todo mi ser, cuando viajaba rumbo a esta nueva vida, que esta era una posibilidad de renacimiento, de perfeccionamiento… de paz.
Y ahí estaba, empezando una nueva vida. En una habitación sencilla, pero hermosa en su delicada simplicidad, me tendí en la cama y el primer pensamiento que se me vino a la cabeza era que toda mi vida anterior cabía en una maleta. La lucha por perseguir el éxito, las ansias por tener, todos los proyectos y ambiciones, se reducían a ese equipaje. Pero no me enojé ni sentí frustración, me sentí ligero, libre para viajar.
A la mañana siguiente desperté con ganas de entrar en acción, iniciar mi vida de servicio, transformarme. No obstante, la primera lección vino cuando mi Maestra me dijo “por dos semanas quiero que descanses”. Veía servir a los demás discípulos y sentía de deseos de actuar de servir. Cuando terminábamos de comer quería recoger los platos, quería trabajar en el jardín, limpiar y participar de las actividades del Centro, pero mi Maestra siempre me frenaba. Al comienzo disfruté de las atenciones, había algo en mí que quería colaborar, pero al mismo tiempo vi en la directriz de la Maestra una oportunidad para descansar. Esta sensación placentera duró tan solo cuatro días; durante el día sentía que “perdía el tiempo”, quería colaborar, iniciar mi transformación, “trabajar espiritualmente”. En la noche, soñaba con mi vida anterior, el estrés de la vida laboral, las personas con quienes me relacionaba, mis miedos, mis ansiedades; era como si el estado de inactividad en el día, abriera una puerta en la noche llena de actividad.
Guardaba silencio, pero mi Maestra sabía que estaba pasando. Me llamó luego de cinco días y me dijo: “Ishwara, el primer paso para profundizar en un proceso de transformación es calmar la mente. Pero para iniciar la calma, debemos ser conscientes de la necesidad de ella. En estos cinco días tú has sido más consciente de la velocidad de la mente, de tu apego a la acción y de la costumbre de tu ser a estar afuera de ti. Estos movimientos vienen del entrenamiento que recibiste en el mundo y de la idea según la cual el mundo exterior es el único que existe. Ahora bien, sé lo que está pasando en las noches, y los sueños son una valiosa herramienta para ver en qué estado se encuentra la consciencia, ellos nos permiten en muchos casos saber qué partes de nuestro ser necesitamos purificar”.
Estas palabras de ella al mismo tiempo me sorprendieron y me llenaron de gozo. Me causaron sorpresa porque a pesar de no haber manifestado nada de lo que estaba pasando, ella era consciente de todos los procesos de mi mente. Y me llenaron de alegría porque sentí que en la aparente inactividad se había dado inicio al proceso de purificación. Ahora sabía por dónde empezar, necesitaba bajar la velocidad de mi mente y dejar de hacer para empezar a estar, y lo más importante sabía que no estaba solo en el camino.

martes, 15 de noviembre de 2011

Escucha (o la enseñanza de la fe)

“¿Dónde está Ella, ahora que estoy triste?”, pregunta el discípulo.
“Ahí, escucha”, dice la maestra.
“Solo oigo mi llanto. Me ha abandonado”.
“No. Ella no puede irse. Su Ser es el mundo”… “Si sientes su ausencia es porque solo oyes tus pasos, habitas tu pequeño mundo y tu mente, pequeña esclava, tomó el control”.
“Ayúdame”.
“Escucha el pequeño silencio que se cuela entre las cosas del mundo. Escucha el instante entre cada respiración; siente Sus pasos entre cada uno de tus pasos; busca refugio fuera del pensamiento”.
“Oigo algo”.
“Recuerda al niño, corre a Sus brazos; habita en el centro y entrega tu ser”… “Captura este instante con tu verdadera Madre, tu Esposa, tu Amante… Sana… No olvides… Escucha”.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Olas

Recordar que solo soy una ola.
Ver pasar mi vida como un pequeño instante del mar del mundo.
Guardarme de seguir las crestas impetuosas que con su arrogancia se pierden rápido en el océano.
Tener la paciencia del pequeño montículo de agua que se mueve lento, silencioso y tierno, ausente de este mundo.
¿Para qué?
Para llegar a la orilla y, en una cita de mi alma, rozar con mis aguas los dedos de tus Pies.
Para sentir que mientras muero tú sonríes y me dices: “Has venido”.

martes, 8 de noviembre de 2011

Fragmentos de un diario espiritual

El encuentro
Durante ocho años había practicado algunas técnicas de relajación y meditación y sabía que podían lograrse estados de calma profunda, pero nunca había experimentado algo similar a lo que sentí ese día. Estaba en un retiro de meditación al que había sido invitado, y en el ambiente había expectativa por conocer a una Maestra que había sido discípula por quince años, habías estado retirada en los Himalayas y al parecer representaba un linaje de Maestros.

La Maestra (a quien apenas había visto por pocos minutos), entró al salón donde todos la esperábamos para meditar, y antes de comenzar nos pidió que nos concentráramos en la entrega. Iniciamos la meditación y con toda mi sinceridad y un corazón de niño le entregué a esa parte sagrada, todo lo que estaba pasando en mi vida. Por primera vez en años, y quizá por una ausencia de sentido en ese momento de mi existencia, abrí el corazón. Luego de unos minutos, sentí que la mano de la Maestra tocaba mi pecho.
Experimenté una luz que salía del centro de mi cuerpo y mi ser se expandía, mientras me llenaba de un éxtasis total. Ni el escepticismo, ni el temor ante lo desconocido ni las dudas hicieron que dejara de entregarme a la experiencia, y al tiempo que había una sonrisa en mi rostro, lloraba por haberme perdido de este estado durante toda mi vida.

En ese momento tuve una certeza. Ese instante era un tiempo de verdad, y la experiencia no requería ni palabras ni fe, era Real. Más tarde comprendí que con esta experiencia se había iniciado mi purificación, y que esa había sido la invitación a tirar los muros abajo; reconocer el miedo y las heridas dentro de mí; sanar las heridas; asumir la responsabilidad de entenderme, y sobre todo, tomar la decisión de re-crearme.


La decisión

Después del retiro, muchos de los asistentes seguimos en contacto con la Maestra, y cada semana recibíamos en nuestros correos electrónicos palabras inspiradoras sobre nuestro proceso. Me sentí mejor en mi vida, pero cada vez le encontraba menos sentido a lo que estaba haciendo. Siempre buscaba escapar: salía de la ciudad, trabajaba más horas y dormía días enteros, para evitar el enfrentamiento conmigo.

Un día recibí la invitación de la Maestra a su Centro. En menos de quince días estaba en esta ciudad a la que no había regresado desde la infancia. Sin dudas puedo decir que fueron los días más felices de mi vida. Las programaciones de éxito, prestigio y dinero de mi vida no tenían sentido en este lugar, donde la humildad, el amor y la compasión eran los valores. Encontré una maestra entregada a sus discípulos, que veía en cada acción la oportunidad de servir.

 
Mis primeros meses como discípulo

En la vida con un maestro cada instante tiene un significado. El silencio, la palabra, las acciones, los pensamientos y las emociones son signos para el maestro del estado de nuestra consciencia. Aquí tuve un segundo nacimiento y comencé a vivir distinto. Sin fanatismo ni creencias, solo con la decisión de sanar y la voluntad de encontrar el sentido, la maestra comenzó a poner orden en mi casa. Poco a poco, los apegos han perdido espacio en mi vida, para avanzar hacia una unión con mi realidad más profunda.

Las prácticas de meditación y los estudios de las filosofías están en esta vida, pero la maestra nos ha enseñado que no se deben confundir las técnicas (disciplinas espirituales, conceptos o rituales) con el objetivo (la libertad del ser y el servicio). Es más importante recuperar la inocencia que se perdió con los años, reencontrarse con la alegría de las pequeñas cosas, sentir la libertad y el amor de la niñez, quemar la falsedad que vive en cada uno de nosotros y vivir en ese estado permanentemente, sin alteración. Esta es una vida llena de magia, donde cada minuto es una oportunidad para estar en contacto con la herencia divina del mundo.