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lunes, 21 de mayo de 2012

Instrumento

Abrí un cauce para un río inexistente,
con la voluntad de un indómito luchador.


Enfrenté demonios
y vacié de pasado las habitaciones de mi vida,
solo para albergar a un huésped desconocido.


Vacié hasta el último pensamiento...
volé más allá de ideales y reglas,
con la ilusión de escuchar la voluntad de una sinfonía silenciosa.


Renuncié a la servidumbre de la necesidad, la emoción, la mente,
pero permanecí arraigado al mundo,
a la espera de que el bondadoso origen cantara a través de mi corazón.


Y desvanecido, en la entrega de una sincera amante,
el Caudal Eterno recorrió el cauce,
labrado con la fe de mi espíritu.


Vino por un camino de flores
el anhelado Huésped,
y con un tierno susurro habitó todo mi hogar.


Impuso las implacables leyes del Amor y el Cambio...
tornó todo un juego de deleite divino.


Junto a la chimenea,
tomó mi alma entre sus brazos,
posó suavemente mi espíritu sobre su pierna,
y entonó con mi Ser una canción eterna.


Todas las horas pasaron en ese corto vibrar,
y por un momento fui instrumento
de la música espontánea del infinito.

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