Resisto el ritmo de los días
y tomo la rienda de mis pensamientos desbocados.
Desvío la ruta de los ancestros
y me guío por los pálpitos que oigo bajo las piedras.
Tomo el camino nuevo
con la única certeza de que será a paso lento.
Me entrego a la lluvia, resisto la tormenta,
como sacrificio a los tiempos que huí.
Bendigo mi aliento, las marcas de cansancio en mi piel,
los surcos que dejaron las lágrimas y las comisuras de la risa.
Brindo con la copa llena de existencia
y asisto al silencio de quien sostiene el Teatro Universal.
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