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miércoles, 28 de marzo de 2012

Libertad (segunda parte)

Cuando preguntaba a mi Maestra por el momento de su liberación, ella siempre hacía referencia al estado de profunda entrega a su Ser real, a su Gurú y a lo Sagrado, instante previos a esa experiencia culmen de libertad. En una ocasión decidí preguntar lo siguiente: “Maestra, ¿por qué afirma que el resultado de la realización espiritual es la libertad, y al mismo tiempo, el requisito para alcanzar este estado es la entrega? Lo pregunto porque en nuestro contexto occidental la libertad es un hecho totalmente opuesto a la entrega o sumisiónˮ.

Mi Maestra respondió: “La mayor libertad que un ser humano puede alcanzar ocurre cuando es capaz de dejar a un lado su identificación con ese pequeño yo, al que muchas tradiciones han llamado ego, y vivir más allá de dualidades y egoísmos. La vía para lograr esta experiencia, este estado en todo el ser, es mediante una perfecta humildad y entrega (nueva identificación) a una consciencia superior, que se puede llamar Ser real interno, Gurú o Divinidad. Con este acto se pasa de un ser individual (limitado) a un ser trascendental (ilimitado). En mi camino de liberación, el proceso comenzó con un conocimiento profundo de la consciencia de mi Maestro, un descubrimiento de sus intenciones y un discernimiento sobre su naturaleza sagrada. Posteriormente, inicié una investigación de la naturaleza de mi ego y, poco a poco, una desidentificación de todas las partes y movimientos de ese pequeño yo. La entrega total no vino de un momento a otro. Fue necesario traer más y más claridad sobre mi ser, el proceso, mi gurú y la naturaleza de lo sagrado; debí llegar a realizaciones profundas sobre mi ser, y fue fundamental sentir y aprender a recibir el amor puro de mi Gurú. Este proceso me llevó a una incubación de una consciencia trascendental en mí, que se manifestó en una entrega profunda. En ese momento, ocurrió un rapto, una elevación, una ascensión, que liberó mi ser de todos los apegos y expandió mi consciencia al infinitoˮ.


En la respuesta de la Maestra encontré varias enseñanzas que daban un sentido nuevo a mi concepto de libertad. En primer lugar, aparecía el concepto de desidentificación del ego; en segundo lugar, estaba la idea de una perfecta entrega, y por último, la libertad entendida como trascendencia.

Con respecto a la desidentificación, es necesario decir que en nuestro contexto denominamos identidad a aquello que recibimos de nuestros padres, maestros, amistades, medios, cultura…, y en la mayoría de los casos nos definimos por los contenidos recibidos por el contacto con estas influencias. En consecuencia, parece no tener sentido desidentificarnos de aquello que somos. Es más, entendemos como libertad la posibilidad de manifestar ese ser en todos los ámbitos de la vida, alcanzar el mayor grado de confort, lograr los mejores beneficios para los miembros del clan; en palabras sencillas, vivir, pasar del nacimiento a la muerte con tanta comodidad y disfrute como se nos presente. Si este es nuestro ser real y su manifestación en todos los ámbitos es el camino a la libertad, la preguntas que surgen son ¿por qué en ocasiones nos sentimos encarcelados por unas fuerzas e influencias que provienen de nuestro interior?, ¿por qué a pesar de lograr expresar nuestros deseos, alcanzar confort y expresar nuestro ser el estado de libertad esta no es perdurable?

De acuerdo con múltiples tradiciones espirituales, y especialmente en relación con el camino propuesto por mi Maestra, la ausencia de libertad proviene precisamente de la mezcla de movimientos en el ser humano proveniente de sus seres físico (corporal), vital (sensible), emocional (sentimientos) y mental (pensamientos), que han recibido la influencia biológica, familiar, educativa y cultural. Cada ser actúa de manera aprendida frente al medio, y pocas veces hay una posibilidad real en el ser humano de llevar a cabo un control efectivo sobre el mundo interior y la vida exterior. Por esta razón, los caminos espirituales en general buscan un reconocimiento de estas fuerzas diversas presentes en nuestro ser; una desidentificación de todos esos movimientos que fluyen en el interior; una unidad de todas las partes del ser que estará subordinada a un elemento superior (Ser interior, Gurú, Divinidad), conservando lo auténtico y positivo de cada una, y finalmente la fundación de un nuevo ser capaz de actuar en el mundo de una manera pura, armoniosa y libre.

Para acercar estas ideas a un contexto occidental emplearé como ilustración una escala de valores propuesta por el filósofo alemán Max Scheller, con el fin de entender los estadios de la sensación de libertad en el ser humano. Según dicha escala piramidal, los seres humanos nos regimos por los siguientes valores: en la base se hallan los sensibles (placeres, gustos y disgustos); luego vienen los vitales (alimentación, protección, reproducción); posteriormente aparecen los estéticos (belleza, arte, expresión); le siguen los intelectuales (conocimientos); más arriba se hallan los éticos (valores morales, ideales), y finalmente, en la cima, aparecen los sacros (trascendente). Desde la perspectiva del filósofo, la posición de los valores está relacionada con la cercanía a la naturaleza, en el caso de los inferiores, y con la mayor altura que puede alcanzar la humanidad, en el caso de los superiores. Aunque los valores difieren culturalmente, desde nuestra sabiduría interior sabemos que los valores éticos y sagrados son superiores que los sensibles. Además los valores superiores perduran más que los inferiores, y la sensación de libertad aumenta a medida que se realizan valores superiores. Dichos valores crean más vida, generan más sentido y hacen percibir una mayor autenticidad en nuestro ser.
Esta relación entre mayor o menor grado de libertad y valores puede ser aun más clara con el concepto de autotrascendencia, planteado por el psiquiatra Viktor Frankl. Frankl habló de esta autotrascendencia como una cualidad intrínseca en los seres humanos; es decir, más que centrarse en una condición interna, como puede ser el principio de placer o el principio de homeostasis, el hombre se orienta hacia el mundo que está ahí afuera, y estando en ese mundo, se interesa por otros seres humanos. En virtud de lo que yo llamo una autocomprensión ontológica prereflexiva, sabe que precisamente en la medida en que se olvide de sí mismo será capaz de ser más sincero consigo mismoˮ. Esta sinceridad, autenticidad e identidad alcanzada cuando el ser humano sale de sí, cuando va más allá de la satisfacción del deseo, y se entrega a una actividad, una criatura, otro ser humano, una causa o un Ser trascendental genera una sensación de libertad y sentido superiores al principio de placer o poder.
Este concepto de la autotrascendencia permite ahondar en la entrega total y la libertad entendida como trascendencia, las otras dos enseñanzas que se extraen del mensaje de mi Maestra. Si aceptamos que cuando salimos de nuestra órbita y ponemos nuestros ser en función de algo externo (una labor, una creación, una criatura, otro ser humano o la Divinidad) experimentamos una sensación más perdurable de libertad y mayor sentido, podemos aceptar también que a mayor entrega, mayor disolución del yo; menor presencia de nuestros gustos y disgustos, y menor influencia de la clamorosa compañía de deseos. Sin embargo, pocas veces logramos entregarnos profundamente a algo, nuestro ser pone la atención en múltiples direcciones, y en el caso de las relaciones y los proyectos humanos en ocasiones recibimos heridas que nos impiden una entrega total. Esta desconfianza producto de las heridas nos priva de nuestra capacidad de entrega profunda y en consecuencia no podemos sentir la libertad que implica abandonar todo el ser. Precisamente por tal motivo, mi Maestra habló del inicio de su camino como un proceso de discernimiento, pues es solo a través de la claridad y la certeza como se llega a adquirir la confianza necesaria para entregar totalmente.
En el caso específico de los caminos espirituales de purificación y contrario al imaginario presente en occidente, para dar inicio a un sendero de purificación es necesario un ejercicio profundo de reflexión sobre los fundamentos de la vía elegida; una constante experimentación de la gracia y la transformación recibidas, y un análisis y, al mismo tiempo, una apertura acerca de la naturaleza sagrada del Gurú (si este fuera el caso). Como en un baile, a medida que nuestro corazón aprende a entregarse más y más, el Ser real, el Gurú, lo Sagrado responden llenando el Ser con un Amor sanador que devora el ego, diluye las limitaciones, sobrepasa el yo y trasciende todos los confines. Este baile de la entrega es mutuo, no deben mediar principios de placer o poder, deben primar principios de sentido y de trascendencia. Esta entrega total y este objetivo de hallar la libertad mayor, perdurable, en lo trascendente, cuando se comprenden en su magnitud, pasan de ser un  propósito para alcanzar en la vida a ser la totalidad de la vida, y constituyen la piedra angular sobre la que se erige un nuevo ser, ilimitado, con profunda humildad, poderoso y bondadoso al mismo tiempo y dispuesto a entregar la vida al servicio de una fuerza universal.

lunes, 19 de marzo de 2012

Cósmico

Soy el hermano del mundo y el hijo natural del Creador.

He abandonado mi casa para entrar en la mansión del Espíritu.


He dejado atrás mi tierra y he dicho adiós a mis ancestros.


Ahora mi patria es el Universo y mi familia todas las criaturas.



Una ola ha bañado mi ser y me ha levantado hasta la cima.


Desde allí, he visto el laborioso y verdadero Amor que soporta el mundo.


Me he deleitado con el milagro de su lenta manifestación


en cada arroyo que se hace mar,


en cada semilla que se hace flor,


en cada corazón que se hace bondad,


en cada hombre que se hace Dios.



Esa visión desde las alturas de mi Alma me ha hecho eterno.


De buscar cien razones para hundirme en la rabia y la tristeza,


He dado el paso a hallar un millón de motivos para brindar por el mundo.


En cada recodo de existencia veo una ventana al Orfebre,


e invito a mi alma a atrapar en su red el soplo divino.



Soy ruiseñor, árbol, cascada, estrella.


Soy niña, anciano, monje, malandro.


Soy paz, violencia, beatitud, ignorancia.


Vivo en el Amor de la existencia, en el Centro donde se funden todas las dualidades.


Soy espíritu y como el sol caliento cada rincón.



Me embriago con el secreto Deleite que habita detrás de lo creado.


Mis ojos brillan con ese desfile sin fin de trajes,


que el Creador ha escogido para manifestar su Amor.


Soy un vitalista avasallado por ese Yo que no soy yo.


Me aferro a la vida como un devoto amante,


pero marcho entonando una canción hacia mi muerte.



Muero, renazco, muero, renazco, y en esa danza sueño con unirme a Ti.

He corrido el velo de las formas y he visto tu teatro de Dulzura.


Me hundo en tu mar inabarcable y siento que corres por Mí.


Soy una rama de tu infinito árbol.


Soy una gota de tu insondable mar.


Soy una piedra del templo de tu vasta existencia cósmica.