Vistas de página en total

sábado, 23 de junio de 2012

Dejar de ser


Descanso un momento en la piedra firme del silencio.
Queda mucho por andar,
pero detengo mis pasos para ver atrás
y contemplar la obra de lo Divino en mi espíritu.

Veo las ruinas de mis deseos.
Sonrío por las lágrimas que derramé,
y contemplo las vestiduras que rasgué
por el necio impulso de tener la razón.

Ahora estoy desnudo.
No pertenezco a nada ni a nadie en este mundo.
Mas en esta inocente vulnerabilidad,
me cubre en la noche tu llama blanca de Amor, Voluntad y Deleite.

Ha cesado en mi mente la voz interior.
Se han calmado los gritos de mis pasiones.
Ahora solo escucho sumiso tu canción en cada criatura
y no existo separado de Ti.

He perdido mi nombre para que solo Tú me llames.
Ya no digo, callo para que se oiga tu Voz.
No pienso, soy pensado por Ti.
He perdido mi amor, para ser mensajero de tu Amor.

lunes, 21 de mayo de 2012

Instrumento

Abrí un cauce para un río inexistente,
con la voluntad de un indómito luchador.


Enfrenté demonios
y vacié de pasado las habitaciones de mi vida,
solo para albergar a un huésped desconocido.


Vacié hasta el último pensamiento...
volé más allá de ideales y reglas,
con la ilusión de escuchar la voluntad de una sinfonía silenciosa.


Renuncié a la servidumbre de la necesidad, la emoción, la mente,
pero permanecí arraigado al mundo,
a la espera de que el bondadoso origen cantara a través de mi corazón.


Y desvanecido, en la entrega de una sincera amante,
el Caudal Eterno recorrió el cauce,
labrado con la fe de mi espíritu.


Vino por un camino de flores
el anhelado Huésped,
y con un tierno susurro habitó todo mi hogar.


Impuso las implacables leyes del Amor y el Cambio...
tornó todo un juego de deleite divino.


Junto a la chimenea,
tomó mi alma entre sus brazos,
posó suavemente mi espíritu sobre su pierna,
y entonó con mi Ser una canción eterna.


Todas las horas pasaron en ese corto vibrar,
y por un momento fui instrumento
de la música espontánea del infinito.

lunes, 30 de abril de 2012

Sacrificio



Sacrifico mi cuerpo,
confronto la enfermedad… la vejez…, y
miro fijamente a mi hermana la muerte.

Sacrifico mis deseos,
incinero mis ambiciones,
y corto las alas de mis limitados sueños.

Sacrifico mi egoísmo,
renuncio al camino de ser aceptado,
y desato las cadenas que me invitan a poseer.

 Sacrifico mis creencias,
destruyo los límites… mis ideales,
y aprendo a callar.

Permito que un fuego alquímico y puro consuma mi ofrenda,
y la lleve en una columna de humo a oídos de mi Amado.

Espero… Pasan años…
Siento un sosiego de estar vacío de mí.
Y cuando cesa la impaciencia,
un mensajero viaja de regreso por la estela del humo de mi sacrificio.

El éxtasis de la inmortalidad consume mi cuerpo,
En un instante la plenitud, la ausencia de necesidad, florece en mi ser,
y el único habitante de mi corazón es la compasión.
Silencio…
Un océano de deleite.

Renazco y doy mi primer paso.
Ahora ofrezco todo mi amor para aliviar un corazón,
ahora entrego mi alma para secar una lágrima,
ahora sacrifico mi aliento para dar una esperanza.
Concedo las horas de mi existencia por un instante de verdad.

Me embarco en el viaje del gran Sacrificio,
me fundo en el sueño cósmico,
me uno al cómplice de todos los días,
permito que sus finos dedos toquen su melodía en mí. 

martes, 24 de abril de 2012

Imaginar la vida (primera parte)

El siguiente es un párrafo textual extraído de mi diario: “Durante cuatro semanas, la Maestra nos ha pedido escribir un poema todas las noches. Cada mañana, durante el desayuno, uno a uno empezamos a leer el texto que hemos preparado. La Maestra siempre comienza, y es un deleite ver cómo dramatiza cada verso y sonríe cuando las imágenes cruzan las fronteras de lo previsible. Como nos advirtió en un comienzo, la intención es dejar ir, permitir que la razón poco a poco se desvanezca y la formalidad de paso a un instinto, a un impulso de creación. Debo decir que al comienzo fue difícil ver el papel en blanco, confrontar los temores acerca de escribir, hacer caso omiso de los cánones estéticos, ir más allá del deseo de hacerlo bien. Sin embargo, en las primeras semanas vi la intención de esta invitación: poco a poco he comenzado a ver el mundo con otros ojos, la piedra, la fragancia, la luz entre los árboles han despertado emociones nuevas; he comenzado a buscar material nuevo para el ejercicio de escribir y sin darme cuenta he alterado la manera de ver el mundo y mi estado de ánimo; el ojo ordinario se ha transformado en un ojo que encuentra belleza por doquier y esta visión liberada abre la puerta a mil formas nuevas de habitar el mundo”.

Luego de dos meses de este ejercicio, la Maestra nos dijo: “Debemos recordar que una de las llaves fundamentales del camino espiritual es la imaginación. Las disciplinas espirituales, la devoción, el servicio y la búsqueda de la pureza deben despertar en nosotros una mayor capacidad de creación. Espiritualidad no debe ser restricción, debe ser belleza y libertad. Quien está sanado es capaz de crear pensamientos y acciones bellas, y así recrear su ser todos los días. Si se adquiere el hábito crear pensamientos bellos se logra cambiar el espíritu; con la belleza en la mente es más fácil amar, y con el amor se rompe todas las resistencias internas y se alcanza la libertad”.

¿Por qué la Maestra nos pidió escribir un poema cada día, por qué habló de la imaginación y por qué plantear la imaginación como una llave en el camino hacia la sabiduría? Estas preguntas son pertinentes debido a que estas prácticas (escribir poemas) y declaraciones (la importancia de la imaginación para el crecimiento espiritual) no tienen un papel preponderante en nuestra cultura. Lo anterior debido a la excesiva validez de las acciones y los juicios basados en la razón, los conceptos o el rigor de la causa y efecto.

A medida que crecemos deseamos más control, seguridad y manejo de las cosas, y buscamos que las decisiones estén regidas por la razón; por ello, el ejercicio propuesto por la Maestra, en principio, carecía de finalidad y lógica. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana sabemos que el imperio de la racionalidad muchas veces cede terreno a las fuerzas de lo físico (ej. salud o enfermedad), lo vital (ej. gustos, disgustos, deseos) y lo emocional (sentimientos). Y pese al peso del discurso científico y del racionalismo, descubrimos que nuestro ser y nuestra cultura es mítica. Lo anterior significa que nuestro mundo interno funciona alrededor de creencias, del inconsciente, de los afectos, los deseos, la imaginación, la capacidad de asombro, la intuición y la creación simbólica.

La invitación a escribir un poema, más allá de las expectativas estilísticas o el canon estético, implica una invitación a usar la voluntad y decidir habitar el mundo de una forma distinta; involucra una decisión de ir más allá de las maneras habituales de ver el mundo, para alterar lo que siempre hemos considerado como lo real y ampliar al mismo tiempo nuestro ser.

Para entender la profundidad de este acto externo que transforma el ser interior es preciso comprender primero cómo funciona la cultura y qué papel jugamos en la continuidad o transformación de ella. Cuando llegamos al mundo nos encontramos con “redes de significación preconstituidas” o, en palabras más sencillas, estamos programados por un sin número de esquemas culturales, que se esconden tras el telón del teatro. Estas redes producen la ilusión de que actuamos libremente, pero de forma inconsciente reproducimos el guión preestablecido. Este condicionamiento facilita el hecho de no comenzar las acciones de cero y posibilita la creación de acciones nuevas configuradoras de cultura.

En consecuencia, la cultura posibilita dos movimientos, por una parte, conserva las tradiciones con esquemas preestablecidos, y con el ocultamiento de estos esquemas en el inconsciente genera una limitación para el cambio. No obstante, por otra parte, da un repertorio de experiencias, para que seamos capaces de configurarnos como alguien particular y construir o crear realidades acordes con nuestra particularidad.

La cultura, entonces, abre al hombre su capacidad para recrear lo establecido, pero esta ‘aperturidad’ sólo es posible mediante el desarrollo de la voluntad (conocimiento), la expresión (imaginación) y la capacidad para actuar sobre aquellas partes que requieren la transformación (intervención e integración en la vida).

Con respecto a la voluntad, es pertinente decir que esta capacidad guarda una estrecha relación con el conocimiento, pues es mediante él los seres humanos podemos indagar, escrutar, interpretar, comprender, aprehender, reflexionar y actuar sobre nuestra  historia. Si somos conscientes de su valor, podemos investigar (en un profundo giro de la consciencia hacia adentro) qué aspectos del ser son herencia de la familia, la educación, la sociedad y la cultura; cuáles de estas influencias nos potencian o limitan, y qué rasgos pertenecen a una naturaleza esencial de nuestro ser. Estos rasgos que inicialmente eran inconscientes, pasan a la consciencia y es allí donde se evidencian las razones de nuestra acción. Esta vuelta del ser hacia el interior, esta decisión de arqueología profunda de la consciencia, marca el inicio del camino denominado por las culturas antiguas como el despertar o el segundo nacimiento. Pues se empieza a hacer consciente de la programación recibida por la cultura y la diferencia de esta con el ser esencial.

El segundo momento del camino para transformar la cultura y recrear nuestro ser es la ‘expresión’, específicamente el lenguaje y la imaginación. Una vez se han identificado las redes de significado de la cultura, el ser humano debe hacer uso de la facultad creativa del lenguaje y de la capacidad de alteración de la imaginación.  El poeta chileno Vicente Huidobro afirmó: “Aparte de la significación gramatical del lenguaje, hay otra, una significación mágica… El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir… La poesía no es otra cosa que el último horizonte, que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda”. Cuando la Maestra nos invitó a escribir un poema, nos invitó a ver distinto, a ir más allá de nuestro horizonte conocido; cada uno tenía en mente un ideal poético, aun el más mínimo, pero cuando se alteró la mirada surgió en cada uno un manantial espontáneo, que iba más allá de los aspectos formales o intelectuales y anidaba en las profundidad del ser como una potente fuerza creativa.

Finalmente, el conocimiento de la naturaleza propia (voluntad) y la imaginación de unas maneras más amplias de estar en el mundo (expresión) deben unirse al mundo de la vida para transformar la cultura. Mi Maestra afirma con frecuencia “El camino de purificación interior, la conquista de la paz en todo el ser y la entrada en un universo de éxtasis sagrado no deben llevar al alejamiento del mundo, deben generar un amoroso impulso para abrazar la existencia en todas sus formas y traer el espíritu de la divinidad a cada rincón”. La sabiduría sobre el ser, el mundo y lo trascendente; la recreación del ser y su expresión, y la integración en cada acción son los pasos para pasar de seguir la cultura a transformar la cultura. Cuando el nuevo contenido entra en las redes de significación, se integra con la cultura y se hace norma. Ese es el inicio de otro ciclo de tradición y transformación.





miércoles, 11 de abril de 2012

Pausa

Resisto el ritmo de los días
y tomo la rienda de mis pensamientos desbocados.

Desvío la ruta de los ancestros
y me guío por los pálpitos que oigo bajo las piedras.

Tomo el camino nuevo
con la única certeza de que será a paso lento.

Me entrego a la lluvia, resisto la tormenta,
como sacrificio a los tiempos que huí.

Bendigo mi aliento, las marcas de cansancio en mi piel,
los surcos que dejaron las lágrimas y las comisuras de la risa.

Brindo con la copa llena de existencia
y asisto al silencio de quien sostiene el Teatro Universal.

miércoles, 4 de abril de 2012

Necesidad

Se requiere de un grito silencioso,
para acallar la ruidosa presencia de los seres tristes y orgullosos.

Se requiere de una risa estridente,
para aplacar la seriedad del pequeño yo.

Se requiere de paciencia de pescador,
para ver pasar la vida sin afección.

Se requiere de puños de verdad,
para limpiar nuestros ojos y ver la belleza detrás del mundo.

Se requiere del coraje de un guerrero,
para acercarse a una rosa y hundirse sin pudor en la consciencia infantil.

Se requiere de una espada afilada,
para cortar de tajo nuestras raíces y empezar a volar.

Se requiere de un corazón de mujer, de madre,
para sentir por un momento la ternura del Creador.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Libertad (segunda parte)

Cuando preguntaba a mi Maestra por el momento de su liberación, ella siempre hacía referencia al estado de profunda entrega a su Ser real, a su Gurú y a lo Sagrado, instante previos a esa experiencia culmen de libertad. En una ocasión decidí preguntar lo siguiente: “Maestra, ¿por qué afirma que el resultado de la realización espiritual es la libertad, y al mismo tiempo, el requisito para alcanzar este estado es la entrega? Lo pregunto porque en nuestro contexto occidental la libertad es un hecho totalmente opuesto a la entrega o sumisiónˮ.

Mi Maestra respondió: “La mayor libertad que un ser humano puede alcanzar ocurre cuando es capaz de dejar a un lado su identificación con ese pequeño yo, al que muchas tradiciones han llamado ego, y vivir más allá de dualidades y egoísmos. La vía para lograr esta experiencia, este estado en todo el ser, es mediante una perfecta humildad y entrega (nueva identificación) a una consciencia superior, que se puede llamar Ser real interno, Gurú o Divinidad. Con este acto se pasa de un ser individual (limitado) a un ser trascendental (ilimitado). En mi camino de liberación, el proceso comenzó con un conocimiento profundo de la consciencia de mi Maestro, un descubrimiento de sus intenciones y un discernimiento sobre su naturaleza sagrada. Posteriormente, inicié una investigación de la naturaleza de mi ego y, poco a poco, una desidentificación de todas las partes y movimientos de ese pequeño yo. La entrega total no vino de un momento a otro. Fue necesario traer más y más claridad sobre mi ser, el proceso, mi gurú y la naturaleza de lo sagrado; debí llegar a realizaciones profundas sobre mi ser, y fue fundamental sentir y aprender a recibir el amor puro de mi Gurú. Este proceso me llevó a una incubación de una consciencia trascendental en mí, que se manifestó en una entrega profunda. En ese momento, ocurrió un rapto, una elevación, una ascensión, que liberó mi ser de todos los apegos y expandió mi consciencia al infinitoˮ.


En la respuesta de la Maestra encontré varias enseñanzas que daban un sentido nuevo a mi concepto de libertad. En primer lugar, aparecía el concepto de desidentificación del ego; en segundo lugar, estaba la idea de una perfecta entrega, y por último, la libertad entendida como trascendencia.

Con respecto a la desidentificación, es necesario decir que en nuestro contexto denominamos identidad a aquello que recibimos de nuestros padres, maestros, amistades, medios, cultura…, y en la mayoría de los casos nos definimos por los contenidos recibidos por el contacto con estas influencias. En consecuencia, parece no tener sentido desidentificarnos de aquello que somos. Es más, entendemos como libertad la posibilidad de manifestar ese ser en todos los ámbitos de la vida, alcanzar el mayor grado de confort, lograr los mejores beneficios para los miembros del clan; en palabras sencillas, vivir, pasar del nacimiento a la muerte con tanta comodidad y disfrute como se nos presente. Si este es nuestro ser real y su manifestación en todos los ámbitos es el camino a la libertad, la preguntas que surgen son ¿por qué en ocasiones nos sentimos encarcelados por unas fuerzas e influencias que provienen de nuestro interior?, ¿por qué a pesar de lograr expresar nuestros deseos, alcanzar confort y expresar nuestro ser el estado de libertad esta no es perdurable?

De acuerdo con múltiples tradiciones espirituales, y especialmente en relación con el camino propuesto por mi Maestra, la ausencia de libertad proviene precisamente de la mezcla de movimientos en el ser humano proveniente de sus seres físico (corporal), vital (sensible), emocional (sentimientos) y mental (pensamientos), que han recibido la influencia biológica, familiar, educativa y cultural. Cada ser actúa de manera aprendida frente al medio, y pocas veces hay una posibilidad real en el ser humano de llevar a cabo un control efectivo sobre el mundo interior y la vida exterior. Por esta razón, los caminos espirituales en general buscan un reconocimiento de estas fuerzas diversas presentes en nuestro ser; una desidentificación de todos esos movimientos que fluyen en el interior; una unidad de todas las partes del ser que estará subordinada a un elemento superior (Ser interior, Gurú, Divinidad), conservando lo auténtico y positivo de cada una, y finalmente la fundación de un nuevo ser capaz de actuar en el mundo de una manera pura, armoniosa y libre.

Para acercar estas ideas a un contexto occidental emplearé como ilustración una escala de valores propuesta por el filósofo alemán Max Scheller, con el fin de entender los estadios de la sensación de libertad en el ser humano. Según dicha escala piramidal, los seres humanos nos regimos por los siguientes valores: en la base se hallan los sensibles (placeres, gustos y disgustos); luego vienen los vitales (alimentación, protección, reproducción); posteriormente aparecen los estéticos (belleza, arte, expresión); le siguen los intelectuales (conocimientos); más arriba se hallan los éticos (valores morales, ideales), y finalmente, en la cima, aparecen los sacros (trascendente). Desde la perspectiva del filósofo, la posición de los valores está relacionada con la cercanía a la naturaleza, en el caso de los inferiores, y con la mayor altura que puede alcanzar la humanidad, en el caso de los superiores. Aunque los valores difieren culturalmente, desde nuestra sabiduría interior sabemos que los valores éticos y sagrados son superiores que los sensibles. Además los valores superiores perduran más que los inferiores, y la sensación de libertad aumenta a medida que se realizan valores superiores. Dichos valores crean más vida, generan más sentido y hacen percibir una mayor autenticidad en nuestro ser.
Esta relación entre mayor o menor grado de libertad y valores puede ser aun más clara con el concepto de autotrascendencia, planteado por el psiquiatra Viktor Frankl. Frankl habló de esta autotrascendencia como una cualidad intrínseca en los seres humanos; es decir, más que centrarse en una condición interna, como puede ser el principio de placer o el principio de homeostasis, el hombre se orienta hacia el mundo que está ahí afuera, y estando en ese mundo, se interesa por otros seres humanos. En virtud de lo que yo llamo una autocomprensión ontológica prereflexiva, sabe que precisamente en la medida en que se olvide de sí mismo será capaz de ser más sincero consigo mismoˮ. Esta sinceridad, autenticidad e identidad alcanzada cuando el ser humano sale de sí, cuando va más allá de la satisfacción del deseo, y se entrega a una actividad, una criatura, otro ser humano, una causa o un Ser trascendental genera una sensación de libertad y sentido superiores al principio de placer o poder.
Este concepto de la autotrascendencia permite ahondar en la entrega total y la libertad entendida como trascendencia, las otras dos enseñanzas que se extraen del mensaje de mi Maestra. Si aceptamos que cuando salimos de nuestra órbita y ponemos nuestros ser en función de algo externo (una labor, una creación, una criatura, otro ser humano o la Divinidad) experimentamos una sensación más perdurable de libertad y mayor sentido, podemos aceptar también que a mayor entrega, mayor disolución del yo; menor presencia de nuestros gustos y disgustos, y menor influencia de la clamorosa compañía de deseos. Sin embargo, pocas veces logramos entregarnos profundamente a algo, nuestro ser pone la atención en múltiples direcciones, y en el caso de las relaciones y los proyectos humanos en ocasiones recibimos heridas que nos impiden una entrega total. Esta desconfianza producto de las heridas nos priva de nuestra capacidad de entrega profunda y en consecuencia no podemos sentir la libertad que implica abandonar todo el ser. Precisamente por tal motivo, mi Maestra habló del inicio de su camino como un proceso de discernimiento, pues es solo a través de la claridad y la certeza como se llega a adquirir la confianza necesaria para entregar totalmente.
En el caso específico de los caminos espirituales de purificación y contrario al imaginario presente en occidente, para dar inicio a un sendero de purificación es necesario un ejercicio profundo de reflexión sobre los fundamentos de la vía elegida; una constante experimentación de la gracia y la transformación recibidas, y un análisis y, al mismo tiempo, una apertura acerca de la naturaleza sagrada del Gurú (si este fuera el caso). Como en un baile, a medida que nuestro corazón aprende a entregarse más y más, el Ser real, el Gurú, lo Sagrado responden llenando el Ser con un Amor sanador que devora el ego, diluye las limitaciones, sobrepasa el yo y trasciende todos los confines. Este baile de la entrega es mutuo, no deben mediar principios de placer o poder, deben primar principios de sentido y de trascendencia. Esta entrega total y este objetivo de hallar la libertad mayor, perdurable, en lo trascendente, cuando se comprenden en su magnitud, pasan de ser un  propósito para alcanzar en la vida a ser la totalidad de la vida, y constituyen la piedra angular sobre la que se erige un nuevo ser, ilimitado, con profunda humildad, poderoso y bondadoso al mismo tiempo y dispuesto a entregar la vida al servicio de una fuerza universal.